Bajo la sombra de los abedules y los jacarandás en flor de lo que fue la ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada), es difícil imaginar los horrores que tuvieron lugar en este extenso campus urbano de Buenos Aires.
En las décadas de 1970 y 1980, la ESMA fue un centro clandestino de detención que servía a un régimen militar de derecha brutalmente dedicado a eliminar la disidencia. Los detalles macabros de las prácticas criminales utilizadas por las autoridades quedaron expuestos gracias a testimonios judiciales que surgieron dos años después del final de la dictadura argentina.
En 1985, tras concederse una breve amnistía, un nuevo gobierno civil condenó a los dirigentes del régimen militar por crímenes de lesa humanidad. Los cargos fueron secuestro, tortura y homicidio de decenas de miles de ciudadanos durante un reinado de terror que duró de 1976 a 1983.
Cuarenta años tras la caída de la dictadura se muestra al público por primera vez la grabación de este juicio en el Festival Internacional de Cine de Berlín. Se trata del único ejemplo de una democracia latinoamericana condenando a sus propios opresores.
Más documento que documental, el compendio de tres horas de Ulises de la Orden, El Juicio, está compuesto en su totalidad por videos grabados durante esos procesos judiciales. Utilizando dos cámaras U-matic de última generación que grababan desde una posición fija, la televisión pública argentina captó unas 530 horas de testimonios entre abril y diciembre de 1985.
Grabaciones escondidas al otro lado del mundo
Los militares seguían siendo muy temidos, aún después del proceso judicial. Eso llevó a los seis magistrados del juicio a esconder una copia de las grabaciones al otro lado del mundo, en Oslo. Las grabaciones permanecieron en bóvedas acorazadas del gobierno noruego durante más de dos décadas antes de ser redescubiertas. Nunca se han difundido públicamente, ni siquiera durante el juicio.
"Los noticieros podían emitir tres minutos diarios de imágenes del juicio, pero sin sonido", recuerda Verónica Torras, directora ejecutiva del organismo defensor de los derechos humanos al que ahora se han confiado los videos. Su organización, Memoria Abierta , junto con la Universidad de Salamanca, se ha encargado de conservar, digitalizar y poner a disposición del público los vídeos del juicio.
En ese proceso se inscribe el documental El Juicio, de dos partes y 18 capítulos, que coincide —quizás inevitablemente, ya que se conmemora el 40 aniversario del fin de la dictadura— con una recreación dramática del juicio nominada al Premio Óscar: Argentina, 1985, película protagonizada por Ricardo Darín como el fiscal Julio César Strassera.
Torras reconoce que la atención adicional que la dramatización le proporcionará al documental es muy útil mientras se sienta para una entrevista en la sede de Memoria Abierta, en el campus de la ex ESMA.
Terrorismo de estado frente a tiendas y departamentos
"Lo que ahora es un museo de la memoria —dice Torras, señalando a su alrededor— era entonces un centro de terrorismo de estado donde se retenía a civiles sin cargos, se los torturaba y luego se los llevaba a sobrevolar el Atlántico, donde serían arrojados vivos, lo que se conocía como 'vuelos de la muerte'".
Es desconcertante darse cuenta de lo cerca que estaban las víctimas secuestradas en la ESMA de la sociedad de la que habían sido arrebatadas. Al otro lado de una concurrida autopista, hay tiendas y departamentos que contrastan inquietantemente con el tipo de atrocidades que los testigos detallan en las grabaciones del juicio. Uno de los pocos sobrevivientes de lo que se conoció como la "Noche de los lápices" recuerda que los jóvenes capturados por las autoridades eran adolescentes de 15 años que fueron maltratados, violados y asesinados por formar parte de consejos estudiantiles de escuela secundaria. Aunque la cámara lo graba de espaldas, ocultándole el rostro, tal como exige el tribunal, el temblor de su torso revela que solloza al dar su testimonio.
Otro testigo cuenta que encarcelaron a mujeres embarazadas hasta que dieron a luz, las ejecutaron y entregaron sus hijos recién nacidos a familias de militares.
Como su cautiverio nunca fue reconocido por el régimen, las víctimas fueron conocidas como "los desaparecidos". Y como dijo a los jueces el director del diario en lengua inglesa Buenos Aires Herald: "En cuanto alguien desaparecía, todos decían que debía ser un terrorista".
"En lugar de detener el genocidio, intentaron impedir que la gente lo denunciara"
"Me reunía frecuentemente con el ministro del Interior", prosigue el director del diario. "Siempre manifestaba en tono de desaprobación que las publicaciones en los diarios eran contraproducentes, sugiriendo que, si yo publicaba esos informes, las personas que habían sido secuestradas podrían no volver a aparecer. Así que, en lugar de detener el genocidio, intentaron impedir que la gente lo denunciara".
Si bien el público argentino sólo ha visto fragmentos de los vídeos del juicio, los testimonios condenatorios contenidos en la película son de dominio público. En 1985, los diarios publicaban transcripciones del juicio, algo que quizá no era tan desgarrador como escuchar las voces de las víctimas. Sin embargo, Torras recuerda leer los diarios de niña y notar que su abuela apenas se estaba enterando de lo acontecido durante la dictadura. Todo gracias a la cobertura mediática del juicio.
Tras preguntarle cómo era posible que, habiendo decenas de miles de "desaparecidos", la gente no supiera lo que estaba sucediendo, Torras hace una pausa de varios segundos antes de hablar de la disparidad entre las vivencias de los habitantes de las ciudades, que eran testigos de cómo los militares secuestraban a las personas, y las de aquellos que, como su abuela, vivían en zonas rurales y en el sur, donde la represión era más furtiva.
Nunca más
Esa dualidad de vivencias es, en cierto modo, lo que Torras espera que se rectifique con la publicación de las grabaciones. Cuarenta años más tarde, las atrocidades del régimen se están transformando en un recuerdo distante, sobre todo para una generación que en ese momento aún no había nacido. Una generación que ahora puede escuchar, en las grabaciones del juicio, al fiscal concluir su alegato con las palabras "nunca más" y apreciar cómo la efusiva reacción del público borra las sonrisas de los rostros del exdictador y sus generales.
La misión de Memoria Abierta es mantener vigente esa memoria a través del acceso masivo a las grabaciones del juicio. Próximamente, esta organización publicará las grabaciones digitalizadas del juicio para que las personas puedan verlas en cualquier momento. El estreno de El Juicio en el Festival Internacional de Cine de Berlín es un primer paso.
Editado por Rose Friedman
Producción de audio por Isabella Gomez
Pieza digital producida por Beth Novey
Versión en español editada por Luis Trelles
Servicios de RAD por Nicolette Khan
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